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lunes, 11 de agosto de 2008

"LOCURA" Escribe Silvina en Jornada de Blogger Latinos


Ya llevaba una semana aquí. La primera visita al supermercado me tuvo ocupada e interesada durante la primera hora, tratando de sacar cálculos de cuánto es una libra, y si la relación libra como medida de peso y dólar no iba a hacer estragos en mi economía, que hasta ahora había discurrido no apacible ni inalterada pero al menos de una manera conocida, basando mis compras en la relación kilo pesos. La siguiente media hora, mi cabeza quedó prisionera de un martilleante dolor de sienes y mis emociones me instaban a salir del supermercado cuanto antes.

La segunda visita, a los tres días de haber llegado, fue mas tranquila: algunos precios ya los había visto, y para no desesperarme, me propuse firmemente no multiplicar por tres. Hagamos como que todo lo que miro estuviera en pesos… Es más, podía darme cuenta de que, sin caer en el lugar común de los primeros días haciendo esa multiplicación, algunas cosas estaban inclusive mucho más baratas.
Casi podría decir que esa segunda visita al supermercado fue una fiesta de descubrimiento consumista. Hasta tienen latas de mini-ravioles con salsa!!!

Durante la tercera visita, mi marido se quedo atrapado él mismo en su propio happening consumista en uno de esos “mega” comercios que hacen las delicias de los bricolageurs y arregla tutti. Para ganar tiempo, me fui a otro supermercado que quedaba al lado, muy útil, lo supe después, para algunas ofertas puntuales. Y también provisto de algunas exquisiteces especiales, pero no apto para hacer las compras comunes para la despensa hogareña.

Caminando a través de las góndolas del supermercado, empecé a sentir un malestar creciente: todo me parecía carísimo, no veía nada que se pareciera a lo que yo solía comprar. Me preguntaba si con elementos así era posible cocinar. No hay nada aquí que cueste menos de 2 dólares… 6 pesos!!!!!!!!!! En mi momentánea locura no podía recordar que hacía por lo menos una semana que había llegado y no se me veía en absoluto mal alimentada. Es más, mis superfluidades corporales seguían firmes en su lugar, más voluminosas aún si cabe. Y con el famoso “efecto Canadá” que comenzaba a hacer efecto… menos cabían en mi ropa las superfluidades, aunque siempre me quedara la excusa de lo bien que una sola pasada de secarropas podía achicar las prendas.

¡Y mi marido que no volvía! Esa tarde recibiría las primeras visitas compatriotas… había prometido preparar una “picada” y el tiempo pasaba sin encontrar nada que pudiera cortar en pedacitos para acomodar en un plato…, aun cuando tuviera que espaciarlos en un colchón de lechuga… Y así es como empecé a sentirme cada vez más nerviosa, y mis pasos entre las góndolas comenzaron a cobrar el ritmo febril que había visto en algunas pacientes internadas en el psiquiátrico. No me quería mirar en los vidrios espejados de las heladeras para no descubrirme con una bata de algodón blanco, los ojos girando desorbitados y los pelos parados.

De pronto, tras una góndola, vi pasar a Alejandra y a su hija así que corrí, y las intercepté. “No encuentro a mi marido! –exclamé- No sé dónde está mi marido!” les dije mientras una parte mía descubría en sus miradas la perplejidad. Se nos unió JC y me sonreía pero también su mirada reflejaba cierto brillo extraño. Como si me acabara de ver en el supermercado vistiendo camisón y pantuflas… o con la cara untada de dulce de leche… o no sé… con una barba postiza. La verdadera cordura debe ser darte cuenta de lo loca que debés parecer… solo por la manera en que te reflejan los ojos de los demás. Se acuerdan de la película de Woody Allen, “La mirada de los otros”
http://fotograma.com/notas/reviews/3223.shtml
? Bueno… casi, con la diferencia de que él se guiaba por los ojos de los otros para seguir adelante, locamente, con su tarea, en cambio a mí la mirada de los otros me hacía descubrir que tenía que frenar, detenerme, reconocerme… recuperar algo que acababa de perder entre las góndolas de un supermercado… la razón y la calma.

- bueno, vamos para allá, mirá… me decía Alejandra poniéndome un brazo en los hombros y empujándome suavemente hacia la izquierda con la voz que se usa para convencer a una niñita que se acaba de dar cuenta que se le pinchó el globo y en cualquier momento estalla a los gritos- vení… vamos a ver en esa góndola las tinturas para el pelo…

La miré con suspicacia.
- por qué me decís eso? -Pregunté con cierta preocupación tratando de acomodarme las mechas- acaso se me ven las canas?

- No… te lo digo para ir a mirar, nomás, no tenés nada en el pelo… vamos, vení para acá, me decía mientras continuaba arrastrándome- vamos…solamente para ver cuanto salen…

- Ya me fijé -le dije, a punto de estallar a los gritos- Las tinturas cuestan un mínimo de ocho dólares. OCHO DOLARES ¡!! Dólares, acá todo cuesta en dólares… se gastan los dólares… se van rápido… rápido… rápido…

Si tuviera que hacer una película con esta sensación, mi vivencia la ejemplificaría con esta imagen… Yo solita, con mi flamante y recién recibida tarjeta de residente permanente, sentada en un rincón del supermercado mientras los vientos huracanados hacia volar mis dólares recién cambiados por los aires… Miles y miles de caritas horribles de la reina de Inglaterra en los verdes papelillos que remontaban vuelo, yéndose rápido, rápido…vaya a saberse a qué rincón del planeta y definitivamente lejos de mi billetera.




Esta situación la recordamos con muchas risas siempre puesto que mi reacción era tremendamente desmesurada respecto de la realidad, de tal forma que nos quedó la frase: “te puede salir cualquier cosa desde detrás de una góndola” como metáfora de un encuentro inesperado y desconcertante.

El stress puede aparecer desde cualquier rincón cuando estamos en contacto con lo desconocido. Es bueno que nos preparemos para recibirlo porque lo cierto es que viviremos situaciones inéditas que nos generarán nervios, preocupaciones, situaciones de descontrol. Cuando todo tu entorno cambia, cuando la gente pasa a tu alrededor hablando cosas que no entendés, cuando las etiquetas de los artículos necesitan ser decodificadas… cuando los carteles de los supermercados dicen palabras a las que hay que acostumbrarse… cuando abrís una lata de tomates y el olor que te llega te golpea la nariz como un chiquetazo, cuando revolvés los cajones de tu casa buscando desesperadamente una pinza para cubitos… que tenías, sí, pero en tu país, en tu anterior cajón de cubiertos, no en éste…cuando un trámite se compone de fragmentos de pasos que llevan cada uno un curso completo para poderlos desarrollar, entonces allí estaremos expuestos, en algún momento a no poder predecir nuestra reacción. Siempre que puedan, registren lo que están sintiendo, tómense un minuto para saber de qué manera sienten la tensión en el cuerpo ya que el stress suele atacar el sistema inmune. Lo menos que queremos es enfermarnos los primeros días… y menos aún si todavía no nos llegó la tarjeta de la Assurance maladie. La verdad, es que antes de agarrarme un resfrío de esos que te sacan de circulación por diez días, hasta prefiero que Alejandra se siga riendo todavía de cuando le aparecí desde detrás de una góndola.

Silvina es psicóloga Argentina, escribe en "itinerantes" para la Jornada Latina de Bloggers Migración a Canadá, gracias Silvina

http://psicologiaymigracion.blogspot.com/

11 comentarios:

Ale Marge dijo...

Y me seguiré riendo y se lo contaremos a nuestros nietos!! Pero también fue como un aprendizaje, yo no lo había visto en mi propio rostro (aunque también pasé por esos momentos) pero luego lo vi en otros que llegaron y que en un principio están estresados con todo lo nuevo y es lógico, el cambio es grande.

Un saludo para Silvina que ya no sale de repente por atrás de las góndolas y al propietario de este lindo blog.

Jackie dijo...

Sí, lo que Silvina cuenta nos pasará a todos, irremediablemente siempre queremos comparar, convertir la moneda, y buscar algo que se parezca a lo que comemos, lo que nos gusta, debe ser angustiante ver marcas y nombres desconocidos llenando todas las repisas, parece algo tán fácil ir al super y sacar lo que necesitamos!!

El 22 dijo...

El efecto precios!! ya me habia olvidado, que momento!!
Saludos,
Ale.

Marxe dijo...

Gracias, Silvina, muy cómico eso de que cualquier cosa puede salir de atrás de las góndolas.

Excelente post!

Leo dijo...

jajajaja, buenisimo, jajajaja. saludos

Gabriel dijo...

Ja! Muy bueno, a mí me ha pasado algunas veces también.

Muy buen post, Silvina.

ARTURO dijo...

Asi es, la comida es muy cara, en particular la carne.

Pero en otras cosas se compensa.
Los vehiculos usados no son caros y las casas son realmente baratas.
La Cd. de Mexico tiene precios inmobiliarios parecidos a los de Toronto, asi que los precios en Quebec parecen reducidos.

Muy simpatico, me diverti muchisimo.

Saludos
Arturo

Lorena Cagnotti dijo...

Jaja, que bien lo relataste!

Saludos! Lorena

Hector Torres dijo...

JAJAJAJAJA, ahora si me hiciste reir Silvina, casi que te veia como a Jack Nicholson en la pelicula "One flew over the coocoos nest", un Jack Nicholson femenino, jajajaja.

Saludos.

Psicóloga argentina dijo...

Recién encontré el post!!!!!!!!

La locura de los precios se me reactivó parece, en la jornada Blogger y me quedé yendo y viniendo del Aranaguey al Maple... sin encontrar el post, asi que llego re-tarde, gracias por los comentarios.

Un buen día se te "abre" la oreja y lo que la gente habla al lado tuyo comienza a tener sentido. Y también uno va encontrando sus "lugarcitos" para comprar las cosas. Pero al principio hay que ponerle muuuuuuuuucha paciencia!!
Sigo leyendo, que hay muchísimo para comentar!!

Jorge dijo...

Jajaja!
Algo parecido me pasó cuando fuí a Buenos Aires años atrás ('98).
"Efecto precios" que se dan en todos lados, y uno con la calculadora en la mano para hacer la conversión.